Querida Rayzel, amante que enciendes mis pasiones más lascivas:
pudiera parecer que me olvidé del espacio de libertad que nos creamos, pues hace ya tiempo que no le dedico una sola de mis letras, pero eso dista mucho de ser cierto. La vida, puñetera, nos esconde el tiempo que queremos. Es el precio que hemos de pagar por errar en nuestros sinos. Yo no podía imaginar que tú existieras más allá de mis anhelos, que tuvieras la forma y el nombre de la Reina de mis fantasías. La vida, caprichosa, te me muestra después de tantos años, quizás cuando mejor sepa apreciar todo lo que vales, pero por contra me hurta, implacable, la mayor parte de los días que me quedan para estar contigo. Eres mi premio, y mi castigo no poder gozar de tu presencia, de tus caricias, del fuego de tus besos. Pero no voy a rendirme: encontraré de vez en cuando una manera de encontrarte en mi camino, fabricando con mi ilusión divertidas escapadas que mitiguen la dureza de tu ausencia. Y en cualquier momento, amante mía, volverá a obrarse el milagro y entonces…
De tu boca todo lo espero:
espero el terciopelo de tus besos
al lloverlos en mi cuerpo,
el hormigueo de tu lengua
derrotando entre mis ingles,
el sabroso relente espero
de tus labios ayuntados a los míos.
De tu boca espero miel,
la dulce caricia de tu aliento,
el vigor de tu deseo inoculado
al morder en mi cuello tus gemidos.
Espero la llamada de mi nombre
circunscrito en tu sonrisa generosa
susurrado entre orgasmos aguerridos
en la batalla que cautiva nuestros cuerpos.
Espero el edén de tus promesas,
las palabras ebrias de tu sexo
el pacto tácito sellado con jadeos
y escuchar un "te quiero" inolvidable.
espero el terciopelo de tus besos
al lloverlos en mi cuerpo,
el hormigueo de tu lengua
derrotando entre mis ingles,
el sabroso relente espero
de tus labios ayuntados a los míos.
De tu boca espero miel,
la dulce caricia de tu aliento,
el vigor de tu deseo inoculado
al morder en mi cuello tus gemidos.
Espero la llamada de mi nombre
circunscrito en tu sonrisa generosa
susurrado entre orgasmos aguerridos
en la batalla que cautiva nuestros cuerpos.
Espero el edén de tus promesas,
las palabras ebrias de tu sexo
el pacto tácito sellado con jadeos
y escuchar un "te quiero" inolvidable.
Inolvidable… como tú, Rayzel, mi dama eterna, mi señora y dueña, dulce causa de mis erecciones lujuriosas…
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